Dos años después del secuestro de las 219 estudiantes de Chibok, en el noreste de Nigeria, por parte del grupo terrorista Boko Haram aún no hay noticias de su paradero y se sospecha que pudieron ser vendidas en las redes de tráfico de personas o casadas a la fuerza con los propios radicales. Aunque no han sido las únicas, una gran campaña a favor de su liberación las convirtió en las más conocidas. Lo que sí se sabe es que este movimiento insurgente utiliza cada vez más menores como terroristas suicidas, muchos de ellos forzados o drogados. Si en 2014 los ataques protagonizados por niños con explosivos adosados a su cuerpo fueron cuatro, en 2015 esta cifra se multiplicó por 10 y llegó a 44, según el informe publicado este martes por UNICEF. De ellos, tres de cada cuatro fueron chicas (75%).
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