El sueño de Carlos es la pesadilla de sus padres. Hace poco que ha amanecido y María se acerca a la cama de su hijo. El dormitorio está a oscuras. De fondo suena una respiración honda, estremecedora en mitad del silencio. “Despierta, Carlos”, dice con voz templada. Pero él duerme. Apenas atina a mover los párpados. Una mascarilla tapa su nariz y, con una frecuencia fija, una burbuja de aire atraviesa el tubo al que está conectado y llena sus pulmones. Respira. “Carlos, vamos”, insiste. Vuelve a respirar. Por fin reacciona. Abre los ojos. Y ahora la que resopla tranquila es María. Su hijo le ha ganado el pulso a una nueva noche.
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